Lanchas, Motonaves o Barcos
En Iquitos es normal viajar por los ríos de nuestra amazonía, ya sea por motivos de costos baratos o para realizar algún negocio de trueque en los diferentes pueblos o simplemente para conocer los lugares.
Esto puede ser una aventura inolvidadable para las personas que lo experimentan, porque viajar en estas lanchas es algo único.
A título personal, hice un viaje único de casi dos meses por estos pueblos de los ríos, el cual lo plasmaré a continuación.
Tenía unos 16 años, y estábamos en vacaciones de la secundaria. Mi padre era un comerciante que viajaba
por los ríos de nuestra Amazonía para intercambiar productos de necesidades por
pescado seco para luego venir a vender a la ciudad a diferentes empresarios que tienen fabricas de harina de pescado. Viajaba por los diferentes pueblos y caseríos y era muy conocido
por ese entonces.
- Papá, yo también quiero ir contigo. Quiero viajar por lancha - le decía.
Que a propósito nunca había viajado en lancha.
...pero él me decía que no,
- No hijo! Te tienes que quedar con tu mamá, además te vas aburrir. - Me dijo.
Ya estuvo todo preparado, estaba llevando: cartuchos, dulces de todo tipo, panes bicos y roscas, ropa, utensilios de cocina y uno que otro pedido que le habían hecho por radiofonía.
El día de la partida de la lancha fué algo que no me imaginé, ya que ese día mi padre estuvo algo bebido, un trabajador de la lancha le avisó a mi madre.
Como se iba a ir de viaje así! Si las cosas ya estaban en la bodega de la lancha y algunas cosas al costado de su hamaca. Fuimos a la lancha y encontramos a mi padre echado en la hamaca en un sueño profundo.
Mi madre preocupada me dijo: "Martín, tienes que viajar y acompañar a tu papá, mira como está!”
Entonces
me puse un poco nervioso, y le dije:
- Yo le había dicho que me lleve, pero él no quiso. ¿Y que va pasar cuando despierte?
No te preocupes, ve nomas. - me dijo mi madre.
Alistamos
mis cosas al instante, ya que faltaba una hora para que la lancha salga con
destino al Río Curaray. Que a propósito ese era nuestro destino.
Coloque
mi hamaca al lado de mi padre. Mi padre bien dormido, no sentía nada. La lancha
ya salía, mi madre despidiéndome de la orilla junto con otras personas que también
despedían a sus familiares.
Oh
no!!! Y ahora...me sentía algo "tristón". Era la primera vez que
viajaba en lancha, veía como iba desapareciendo la ciudad de Iquitos. A lo largo
se desaparecían las luces de la ciudad.
No me quedo otra que echarme ya en la hamaca. Y me quedé dormido.
No me quedo otra que echarme ya en la hamaca. Y me quedé dormido.
Al día
siguiente siento una mano que me toca.
- Oye y tú, pero que haces acá - era mi padre.
- Mi mamá me dijo para acompañarte, estabas bien dormido y teníamos miedo que te robaran las cosas que estabas trayendo - le dije.
- No hijo! ahora te regresas a Iquitos - me dijo.
La
lancha había atracado en Mazan, y de ahí todavía se podía regresar a Iquitos en
deslizador.
- Te
acompaño pues papá, yo también quiero viajar, quiero conocer los ríos...además
ya estoy por acá, no gastes plata por gusto!! - le dije.
Tuve que rogarle, y a las finales acepto.
Siiiiii..me dije entre sí.
Tuve que rogarle, y a las finales acepto.
Siiiiii..me dije entre sí.
Y fue
así que viajé con mi padre en una aventura (para mí) que duró casi dos meses.
Hay
tantos nombres de los pueblos y caseríos de nuestra Amazonía que no me acuerdo
de todos.
De
Mazan se va a Indiana, para eso la lancha tiene que dar una enorme vuelta. De
Indiana se sigue para adelante hacia Santa Clotilde, después se llega a la
Guarnición del Curaray y más adelante está el Caserío de San Rafael. La lancha
sólo se queda hasta ese lugar para desembarcar a los últimos pasajeros y de ahí
se regresa a Iquitos. Eran como cinco días de viaje, una travesía larga, pero
lo disfrute muchísimo.
San Rafael es un caserío que queda por el Río Curaray, al frente está la entrada para el Río Napo. Pero eso no era nuestro destino.
Ya en
San Rafael llegamos a la casa de un poblador de la zona del cual conocía a mi
padre. Se alegraron al verlo, me presentó. Ya en la noche, tenía algo de miedo,
todo oscuro.
Yo ahí en mi mosquitero, escuchando el sonido uno que otro insecto, las aves a lo lejos. Me acordaba de las historias de la selva.
Ya al
día siguiente, fué un manjar ese desayuno, servido en hojas de bijao. Unos
pescados asados y un rico caldo de majas. Era para escoger. Era una bonita
experiencia para mí estar ahí compartiendo con la gente y con ese
"buffet" peculiar.
Conocí muchos caseríos más adelante de San Rafael, pero no me acuerdo bien los nombres.
Viajar en lancha también es una experiencia única.
Mas adelante de San Rafael tambien viví experiencias inolvidables del cual lo escribiré en la siguiente parte de este blog.
* Las fotos no son actuales, ya que por esos tiempos no tenia camara y algun celular.
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